Ayer en el club de lectura "Leyendo entre hoces" comentamos largo y tendido la novela de Luis Landero El balcón en invierno. Bueno, novela y no-novela, porque lo primero que hay que explicar de esta obra es que es una autobiografía. El autor recuerda su infancia, los años 50 en un pueblo de Extremadura y su adolescencia, en los 60 en un piso del barrio madrileño de La Prosperidad.
A todas nuestras lectoras les pareció un libro entrañable, tierno, sincero y muy bien escrito, con una prosa bellísima. Y a muchas les recordó aspectos de su infancia en sus respectivos pueblos, ya que lo que cuenta Landero es extrapolable a muchas zonas rurales de nuestro país, y a épocas no muy lejanas: la vida en la calle, el trabajo duro, los vecinos que se ayudan entre sí, el vocabulario específico (tristemente perdido), los juegos de los niños, los cuentos de los mayores...
También reflexiona a lo largo de todo el libro sobre la relación entre la vida y la literatura, entre la verdad y la mentira, entre la realidad y la ficción ("¿contar la vida es contar la verdad?").
Nos encantó el personaje (persona real) de su profesor, D. Gregorio, que le orientó en sus lecturas, ordenando su caótico canon literario, por el que un joven Landero iba transitando sin orden ni concierto. Por cierto, decidió que quería hacerse escritor cuando descubrió la Poesía, y se reafirmó en su decisión tras leer (devorar) las novelas que su profesor le iba dejando descuidadamente en el escritorio como meras sugerencias.
Nos gustó que el tono general de la novela fuera alejada de la tragedia, ya que a pesar de que fueron años difíciles, nos cuenta los avatares familiares con un baño de normalidad y cotidianeidad e incluso con toques de humor y desde luego con una gran ternura, sin rencores ni aspavientos.
A todo esto añadimos la cantidad de metáforas e imágenes que adornan su estilo por otro lado íntimo, sencillo, directo y tenemos una espléndida obra digna de un grandísimo escritor, que quizás no recibe toda la atención que debiera.
Podéis descargaros la guía de lectura aquí:
A todas nuestras lectoras les pareció un libro entrañable, tierno, sincero y muy bien escrito, con una prosa bellísima. Y a muchas les recordó aspectos de su infancia en sus respectivos pueblos, ya que lo que cuenta Landero es extrapolable a muchas zonas rurales de nuestro país, y a épocas no muy lejanas: la vida en la calle, el trabajo duro, los vecinos que se ayudan entre sí, el vocabulario específico (tristemente perdido), los juegos de los niños, los cuentos de los mayores...
También reflexiona a lo largo de todo el libro sobre la relación entre la vida y la literatura, entre la verdad y la mentira, entre la realidad y la ficción ("¿contar la vida es contar la verdad?").
Nos encantó el personaje (persona real) de su profesor, D. Gregorio, que le orientó en sus lecturas, ordenando su caótico canon literario, por el que un joven Landero iba transitando sin orden ni concierto. Por cierto, decidió que quería hacerse escritor cuando descubrió la Poesía, y se reafirmó en su decisión tras leer (devorar) las novelas que su profesor le iba dejando descuidadamente en el escritorio como meras sugerencias.
Nos gustó que el tono general de la novela fuera alejada de la tragedia, ya que a pesar de que fueron años difíciles, nos cuenta los avatares familiares con un baño de normalidad y cotidianeidad e incluso con toques de humor y desde luego con una gran ternura, sin rencores ni aspavientos.
A todo esto añadimos la cantidad de metáforas e imágenes que adornan su estilo por otro lado íntimo, sencillo, directo y tenemos una espléndida obra digna de un grandísimo escritor, que quizás no recibe toda la atención que debiera.
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